Presentación de 'Exiliado en el arte' en el Instituto Cervantes de París
Buenas tardes,
soy Alfredo Rodríguez y es un placer y un honor estar aquí, en este Instituto
Cervantes de París, para presentar este libro, Exiliado en el arte, libro al que le debo tantas horas de amistad y
de conversación amena, este libro tan deseado y tan esperado por todos los que
amamos la obra alvareziana –que somos muchos más de los que en principio parece,
eso lo he podido comprobar yo mismo-, un libro escrito, preparado con tanto
cariño, ilusión y emoción, desde el respeto a la persona y la obra del poeta
José María Álvarez.
Libro cuyo eje
central sería una larga conversación de varios días mantenida íntegramente
aquí, en París, en casa del poeta en el Barrio Latino o paseando por la ciudad
o sentados en terrazas de cafés o en librerías y museos que visitábamos, durante
algunos días de Enero de 2009, decenas de preguntas que yo le iba haciendo y
que tenía preparadas desde tiempo atrás, dudas sobre todo que me surgían y que
me siguen surgiendo a lo largo de los años en la lectura de su obra –porque su
obra está viva, sigue viva- y cuya aclaración y resolución me ayudaría a la
mejor comprensión de esa obra y también del personaje protagonista.
Bueno, el libro
contiene cinco partes, con enunciados, con títulos que son versos del poeta:
Una espina dorsal sola bajo la lluvia: con cuestiones sobre su
obra, su obra poética fundamentalmente, pero también su obra en prosa.
Como si ya no fuese mía contemplo mi vida: con temas de tipo más
biográfico, sobre la vida vamos a decir “real” del propio Álvarez.
En una fiesta dorada de tigres y de espejos –ese magnífico verso de
resonancias borgianas-: sobre algunos autores amados, admirados por él o amigos
suyos, así como sobre las obras de éstos.
Libertad! Desigualdad! Gloria!–que es uno de sus lemas-: con sus
opiniones contundentes sobre política, economía o temas de tipo social.
Y por último, Ese viento que nos arrastra más allá de lo
que somos: que versaría sobre la poesía en sí y la figura del poeta en
general.
Pero además
este libro es también –porque yo he querido que así lo fuera- una auténtica
antología de poemas extraídos de la obra alvareziana publicada hasta ese año,
el año, como digo, 2009, además de algunos pequeños fragmentos suyos en prosa
seleccionados y muy interesantes. Una –creo yo- muy buena y extensa selección
de poemas, que van salpicando el texto al hilo de las conversaciones; es decir,
no son poemas recogidos y puestos allí al azar, sino justificados, está
justificada su presencia por lo que allí se cuenta en cada momento.
Y por último también
se recogen en el libro testimonios de poetas amigos, que me hicieron llegar
expresamente para la ocasión –es decir, fue a petición personal mía- sus
semblanzas sobre el poeta. Es el caso de Julio Martínez Mesanza, poeta
importantísimo en mi formación, Antonio Colinas, Vicente Gallego, o Felipe
Benítez Reyes.
Pero antes de
decir lo que es este libro quizá habría que decir lo que no es, dejarlo eso muy
claro: y no se trata de un libro de entrevistas entre un intelectual y un
poeta, ni entre un crítico literario y un poeta, ni siquiera entre un
periodista y un poeta -que suele ser lo más habitual en estos casos. Se trata
de un libro de conversaciones o diálogos entre dos poetas amigos, un maestro y
un discípulo. Eso tiene que quedar muy claro. Porque yo soy solo un poeta y un
lector, que no es poco, pero es lo que soy. Y en ese sentido creo que sobre
todo es un libro ameno, muy ameno en su lectura, un libro de fácil lectura, de
fácil acceso, creo yo.
Así pues hay
dos personajes, que interpretan roles diferentes: uno es el poeta maduro,
descreído del mundo –sobre todo del mundillo literario-, muy escéptico
–absolutamente escéptico-, estoico y epicúreo, hedonista y hasta nihilista a
veces, como suele decirse: de vuelta de la vida de todo, con esa concepción
suya sacralizada de la literatura, respetando la vocación literaria por encima
de todo, y celoso de su independencia como poeta. Y otro es, el joven poeta
entusiasta –ese joven poeta que fui-, amante apasionado de la poesía y de lo
que es o supone la vida de poeta, fascinado por la figura del que considera,
sin lugar a dudas, su maestro –su maestro principal-, y cuyos versos ha defendido
siempre a capa y espada como los más altos escritos en nuestro ámbito y en
nuestro tiempo. Y todo ello, repito, como simple lector de poesía, desde esa
perspectiva.
Además en mi
caso concreto, tengo que decir que no creo haber sido poeta hasta después de
haber leído (y conocido) a José María Álvarez. Él, su poesía, yo siempre lo
digo, es la casa donde a mí me habría gustado vivir. Como amigo, como hombre
que se relaciona con los demás, Álvarez sigue siendo un hombre de una gran
juventud, de un ánimo extraordinario, de una lucidez cristalina, y todo eso
puede apreciarse perfectamente en las páginas de este libro. El espectáculo de
esa inteligencia en pleno funcionamiento. La lucidez con que se enfrenta a la
verdad del mundo y del poema. La singularidad magnífica de su escritura.
Casi todo en
Álvarez pretende ese fondo biográfico, y eso es algo que a mí siempre me
atrapó. Sus poemas se pueden leer como su propia vida, porque son carne viva,
están en carne viva aún. Son verdad, no son mentira. Sobre todo esa libertad
total para escribir y para vivir, sin temor alguno a las consecuencias. Esa
suprema libertad del decir. Eso me atrapó. Ese querer (y saber) llevar las
cosas siempre hasta el final. Sus libros yo creo que se han quedado ya para
siempre al abrigo de la injuria del tiempo. Tiempo que es al final el que
decide qué poeta y qué versos han de sobrevivir.
Porque él es
un poeta-poeta, es decir, la clase de autor inspirado y entregado por entero a
sus versos y a su condición de poeta, a quien no sabríamos imaginar entregado a
ninguna otra actividad distinta, y al que decimos en principio que no nos
querríamos parecer, aunque probablemente es a lo que nos gustaría aspirar si
pudiéramos o la vida nos dejara. J.M. Álvarez, bueno, con una cultura
impresionante y estupendamente bien digerida (es uno de los pocos poetas verdaderamente
cultos de la poesía española actual), pertenece a esa raza de poetas que han
vivido siempre sus vidas enteramente dedicadas a la literatura. Todo en ellos
se volvía literario. La biblioteca la llevaban en su propia cabeza.
Él es de los
que creen sin duda que un poeta, un artista, no debería nunca prostituir su
arte, su oficio, su pluma; al contrario, ha de donar su vida a esta idea pura y
sincera del arte, sin concesiones al oportunismo, a la conveniencia ni al
mercado; y ha de consagrarse únicamente a la búsqueda de la belleza y a
celebrar esa belleza, que sería lo único verdaderamente importante. Y bueno,
esto es la vida entregada al ideal del Arte.
Él es alguien
que vive alejado del mundo del dinero, de los premios y las prebendas, del
prestigio social y de todas esas cosas que normalmente interesan a aquellos que
acaso lo único que quieren sea figurar. Y claro, esa voluntad de independencia
–el no estar ligado a ningún bando, excepto al de la propia poesía- tiene un
precio. Y ese precio no es otro que el silencio, la conspiración de silencio en
torno a su nombre. Porque él y su obra, vamos a decirlo, porque no decirlo
sería faltar a la verdad, han sufrido el silenciamiento de aquellos que no eran
o no han sido –cómo diría yo…- de su cuerda (por decir algo) dentro del mundo
de la poesía, gente que precisamente ha manejado los hilos de ese mundillo poético
para alzar a poetas mediocres y silenciar a otros que, como él, han sido y son
mucho más grandes; burócratas de la cultura, ninguno de los cuales sería capaz
de escribir uno solo de sus poemas, ninguno sería capaz de seguir un camino
creador como el suyo. Así que va siendo ya un extraño honor el que el silencio
acompañe entre nosotros a la mejor poesía. Bueno, él solamente ha hecho con su obra lo que tenía que
hacer. Se podrá estar o no de acuerdo con su poesía, pero no se le puede negar
su alta calidad, sobre todo esa sabiduría ancestral, antigua, que destilan sus
versos, esa comprensión de todo, que se desprende siempre de sus versos.
Además, el
gran poeta siempre escapa a su generación y supera las modas. Y Álvarez es en
este sentido un poeta prestigioso, siempre lo va a ser, aunque en absoluto sea
un poeta popular. Él apuesta por el Arte como un modo de vida, y eso no es sino
un acto de soledad y de grandeza. El Arte como refugio, como exilio voluntario. Ese exilio que es el verdadero único reino
de un poeta. La vida romántica y cargada de sentimiento estético.
Vincular el
arte a algunos de los momentos de máximo descubrimiento e intensidad de nuestra
vida. Esto es lo que ha hecho siempre JMA. Llevar al arte el íntimo sentido de
la vida, y a la vida la dignidad y la mesura (o desmesura) del arte. Si poetas
son aquellos que actúan tocados por un derroche de pasión, capaces todavía de
esperar en nuestros tiempos una u otra forma de “revelación”, y que
sencillamente creen en lo que hacen, creen ciegamente, uno de ellos sería él,
sin duda. Poeta de la luz mediterránea, de la pagana alegría de vivir (o yo por
lo menos lo veo así) José María Álvarez es, con una obra sin parangón en la
literatura de nuestro tiempo, aquel que lleva en la sangre los ritmos y la
sabiduría de la mejor poesía.
Y quería
terminar recitándoos un poema que aparece en el libro (pag.127), un poema que contiene
toda la estética de juventud del poeta, y que lleva por título, ‘I can only say
there we have been’, (“solo puedo decir: allí hemos estado”), con tu permiso y
si te parece bien. Poema que dice así:
Darías por nada. Cambiarías
tu juventud por otra.
Tanto has errado. Salvo
cuando rendías el corazón.
Pero, sí. Cambiarías
tanto. Recuerdos,
personas, aventuras
que milagrosamente no costaron caras
y que sólo demostraban poca lucidez.
No es verdad que fuera buena escuela, o
al menos
que fuera una lección
más noble que otras.
Pero aquellos locales
donde ardió esa juventud, donde se entregaba
generosa a todas las pasiones, aquellas noches
de humo y alcohol, atravesadas por mujeres
de suntuosos rostros,
calles de Invierno y bares
donde hasta el último poro de tu cuerpo
latía por la Literatura. Esos
bares y esas
noches, no. Que en ellos
brilló como nunca
la más irrecobrable
luz de la vida.
Muchas gracias.
Presentación de 'Exiliado en el arte' en el Instituto Cervantes de París
25 de Febrero de 2014
Alfredo Rodríguez